Pese a que alguna vez hayas podido perder la cabeza y acabar con una buena resaca, lo de “beber para olvidar” podría tener los días contados. Aunque los estudios que alertan sobre sus efectos negativos son innumerables y de sobra conocidos, sobre todo cuando se cometen excesos, investigaciones como la del Centro Waggoner para la Investigación del Alcohol y las Adicciones de la Universidad de Texas (EEUU) o, más recientes como la de la Universidad de Reading (Reino Unido), alegrarán a los amantes de las bodegas, ya que el alcohol podría ser una aliado para estimular las áreas de nuestro cerebro encargadas del aprendizaje y la memoria.

En 2012, un equipo de la Universidad de Illinois (EEUU) demostró cómo las personas pueden ser más creativas al consumir alcohol, al reducir el filtrado de ideas y permitir una resolución de problemas más imaginativas. Pero este compuesto químico podría esconder un potencial aún más interesante. Según el estudio a cargo de la Universidad de Reading, en 2013, tomar entre dos o tres copas de champán (con un porcentaje de alcohol de 12,5%) a la semana ayuda a prevenir la demencia y a proteger la memoria gracias a los compuestos aromáticos de ese caldo, llamados fenoles, unos potentes antioxidantes que pueden mejorar la memoria espacial, es decir, la que guarda toda la información relacionada con nuestro entorno y nos sirve para reconocer lugares.

Mejor con champán, y en pequeñas cantidades

Esto es posible debido a que los fenoles actúan modulando las señales en las áreas cerebrales dedicadas a la capacidad para recordar y aprender, la corteza y el hipocampo, directamente implicadas en la formación de recuerdos y muy sensibles al estrés oxidativo y la edad. Los compuestos fenólicos, encontrados en niveles elevados en el champán más que en el vino blanco, y en concreto, en las variedades de uvas tintas pinot meunier y el pinot noir, y la uva chardonnay, favorecen a las proteínas asociadas al almacenamiento de los recuerdos, que suelen deteriorarse en el caso de personas de edad avanzada y con enfermedades como el Alzheimer. Pero esos efectos beneficiosos, según la investigación, solo se encuentra en las pequeñas cantidades; de lo contrario, el efecto resulta inverso.

Si tampoco vale cualquier tipo de uva, tampoco afecta a todo tipo de memoria. Para almacenar recuerdos e información nueva, nuestro cerebro posee dos clases de capacidad, la consciente y la inconsciente. El estudio de Texas, realizado en 2011, advierte que el alcohol reduce la capacidad consciente, la que nos sirve para almacenar la memoria y datos como el significado de las palabras, el nombre de una calle o el lugar donde has dejado las llaves de tu casa. Sin embargo, el etanolcontribuye a la plasticidad de la sinapsis neuronal —la comunicación entre las neuronas— que afecta a nuestro subconsciente.

Por qué nos parece una experiencia grata

Ese aspecto, según los investigadores, podría estar vinculado a los hábitos. La clave está en la dopamina, vista no como un neurotransmisor que lleva a la felicidad y el placer, sino como potenciador de nuestra capacidad para aprender. Al consumir alcohol se estimula el sistema dopminérgico, el que le dice al cerebro que lo que hace en ese momento es gratificante y que debe ser grabado en la memoria y repetirlo. Es por eso que, si ingieres alcohol a la vez que te rodean otros factores igual de estimulantes como estar en compañía de amigos, comer ciertos alimentos y tener cierta música de fondo, tu cuerpo libera más dopamina y está más predispuesto a seguir ingiriendo alcohol, al querer repetir el recuerdo de esa experiencia grata.

No obstante, todavía son necesarios más estudios que confirmen estos resultados. Los efectos hallados en estos estudios todavía son imposibles de reproducir fuera del laboratorio de investigación, ya que solo han sido analizados en roedores. De modo que, aunque suene aburrido y repetitivo, recuerda: bebe con moderación.